La saga de zapateros especializados en reparación del calzado que conocemos en Santurtzi por su apodo el francés cumplió en febrero del año pasado 50 años en su actual ubicación, en la calle Juan José de la Quintana. Su fundador, Paciano Fernández González, recibió entonces un merecido homenaje.

Pero su bagaje profesional se remonta a 1945 por lo que este año se cumplen sus bodas de brillantes. Una efeméride para celebrar y recordar.

Paciano Fernández González nació en el pueblo de Trobajo del Camino, perteneciente al municipio de San Andrés del Rabanedo (provincia de León) el 2 de octubre de 1931. En 1945, sin cumplir los 14 años, comenzó a desarrollar su carrera profesional como zapatero en una escuela de artes y oficios en León, casi por casualidad porque empezó en la rama de tipografía. Enseguida destacó por su técnica y buen hacer, adelantando a alumnos que llevaban más tiempo en la escuela. Gracias a su destreza en la confección de calzado, durante el largo servicio militar se libró de muchas guardias.

Como tantos leoneses emigró para labrarse un mejor futuro y en 1953 llegó a Santurtzi, donde vivían algunos familiares. En 1956 según el expediente que se conserva en el archivo municipal abrió su primer negocio dedicado a la reparación de calzado en Santurtzi. Estaba ubicado en el número 43 de la calle Calvo Sotelo, actual calle Las Viñas, en el hueco de las escaleras del portal de ese edificio de viviendas. Aprovechar esos espacios para instalar pequeños comercios (pequeños talleres, hueverías, etc.) era algo muy habitual en aquellos años.

En mayo de 1959, Paciano solicitó licencia para trasladar su taller de reparación de calzado desde aquella ubicación a una nueva, en el número 17 de la calle denominada entonces General Mola, actual Sabino Arana. Poco tiempo estuvo ahí, si es que llegó a trasladarse, pues Paciano no lo recuerda. Sin embargo, está muy vivo en su memoria que ese año emigró a la capital de Francia, a la meca de la moda, para formarse y adquirir más conocimientos y destrezas en el ámbito de la confección y reparación de calzado. Allí trabajó para firmas importantes.

Con toda la experiencia acumulada en su estancia en París, en 1968 regresó a Santurtzi dispuesto a emprender un nuevo negocio, tradicional y a la vez renovado. En noviembre de ese año 1968 solicitó licencia de obras para instalar su taller de reparación de calzado en una lonja en el número 7 de la calle Juan José de la Quintana. La licencia de apertura tiene fecha de 5 de marzo de 1969, aunque el taller inició su actividad el 18 de febrero anterior. De los primeros meses de la zapatería Francisco Fernández, el hijo de Paciano, me ha facilitado dos fotografías.

En 1996, Paciano se jubiló y cedió el testigo a su hijo Francisco Fernández Falagan que había comenzado y formado como aprendiz junto a su padre.

Junto a su esposa, Olga Lucía Pulido, renombró el comercio con el sonoro nombre de Pulido & Tano.

Con esmero y buen hacer, Francisco devuelve la vida al calzado maltratado por el uso. Zapatos de todo tipo encuentran en su taller una segunda oportunidad. Los repara y renueva empleando antiguas herramientas heredadas de su padre y las técnicas y los materiales más novedosos. Además, también fabrica plantillas especiales y zapatos a medida. Es alta costura aplicada al calzado. En Pulido & Tano también es posible adquirir productos para el cuidado del calzado de la máxima calidad.

Este artesano del calzado reivindica un oficio que está en vías de extinción ya que la reparación del calzado y otros artículos de piel está en franco retroceso precisamente en una época en la que se reivindica reducir, reutilizar, reciclar, etc., para minimizar nuestro impacto sobre el medio ambiente.

La reparación del calzado es un buen ejemplo de consumo sostenible, pero el calzado barato, de muy escasa calidad, se ha impuesto. Y cuando se  deforma, desgasta o se rompe es probable que no merezca la pena hacerlo reparar. En esos casos, Francisco asesora convenientemente a sus clientes: la reparación puede costar más que el precio que se pagó al comprarlos y, por otra parte, esos zapatos de mala calidad pueden volver a romperse rápidamente, mientras la reparación hecha por el artesano profesional se mantiene como nueva.

Para hacer frente a esta tendencia, Francisco no deja de formarse para renovar calzado deportivo o de montaña con colas especiales destinadas a pegar materiales cada vez más específicos: fibras de carbono y de vidrio, poliuretanos, pvc, etc. Está habituado a cambiar el piso, la suela entera, en bloque, devolviendo la firmeza y la flexibilidad original. Pero también realiza las reparaciones de toda la vida: tapas, pilis, medias suelas, etc. Se repara fundamentalmente calzado de invierno: botas y zapatos.

Por otra parte, no está de más recordar que no es un trabajo exento de riesgos laborales: se trabaja en posturas forzadas, se manipulan productos tóxicos, tintes y disolventes, etc.

Sirva esta entrada para recordar y homenajear a los santurtziarras que desempeñan y han desempeñado este oficio a lo largo del tiempo, desde el primer zapatero documentado en el Censo de Policía de 1826 (Domingo de Aldegua) pasando por el boom de los años centrales del siglo XX (documentados medio centenar de profesionales de la reparación de calzado) hasta llegar a la actualidad.