La brutal transformación que ha sufrido nuestro litoral en los últimos cien años ha tenido como resultado que se haya olvidado no solo la ubicación exacta de diferentes accidentes geográficos sino incluso sus propios nombres, topónimos que deberían formar parte de nuestra memoria histórica. Es el caso, entre otros muchos, de los arrecifes de Los Palos.
Con motivo del Día Internacional del Libro, la Red de Bibliotecas de Santurtzi obsequia este año, hasta agotar existencias, una lámina que reproduce una litografía a dos tintas realizada a mediados del siglo XIX por el pintor José Pérez de Castro (1823-1902). Se trata, precisamente, de una vista de parte de los arrecifes de Los Palos, situados entre La Peñota (gran peñasco que se encontraba próximo al acantilado y sobresalía en pleamar, que ha dado su nombre a la zona limítrofe con Portugalete) y la rada de Santurtzi (al antiguo puerto se le denominaba El Pedregal).
La litografía original se titulaba “Costa de Portugalete”. Que ese paraje se ubique en Portugalete no debe extrañarnos, se trata de un tramo de costa que hasta 1866 formaba parte de la villa jarrillera. Sobre el autor y esta obra en particular se ha publicado una interesante entrada en el blog de la Red de Bibliotecas de Santurtzi, en donde, además, se pueden ver dos litografías más: una versión muy similar y otra vista desde la perspectiva opuesta.
El paraje representado es de difícil localización en la actualidad. En un relato firmado por Juan Cerrateño y titulado “El cuarto mandamiento” se menciona este impresionante arco rocoso: “Otros soldados se dirigían a la playa y a los puntos de la costa denominada Peñota y La Rebollera, desde donde se podía pasar fácilmente a Santurce por las peñas, aprovechando la bajamar y atravesando un túnel natural que hoy está enterrado completamente”. No he podido localizar más información sobre este autor y su obra que la referencia proporcionada en la revista El Abra, publicada en 1928, que se refiere a hechos acaecidos durante el sitio de Portugalete en la III Guerra Carlista (1873-1874). Después el arco desaparece de la historia…
En cualquier caso, esta imagen, junto con otras pocas más, constituyen el escaso testimonio gráfico que se conserva de una costa idílica perdida como consecuencia de los rellenos realizados a comienzos del siglo XX al ejecutarse el proyecto del puerto exterior de Bilbao, ese puerto que, curiosamente, para lo bueno (incremento del tráfico de mercancías, impacto en el empleo, etc.) es el de Bilbao y para lo malo (accidentes, decomisos, etc.) es el de Santurtzi, como habitualmente podemos leer en la prensa actual.
Pero volviendo a sus orígenes, el objetivo de Evaristo Churruca Brunet, director de la Junta de Obras del Puerto de Bilbao desde 1877, era dotar a Bilbao de un gran puerto exterior y, para conseguirlo, había que solucionar el problema de la barra de Portugalete, cosa que se logró gracias al muelle de hierro de 800 m de longitud, concluido en 1887.
También era necesario construir dos grandes espigones, el rompeolas de Santurtzi (1.450 m) y el contramuelle de Algorta (1.072 m), que enmarcaran la ensenada del Abra y defendiesen de los vientos y las marejadas el estuario y la entrada a la ría. Estos espigones fueron terminados a finales de 1902 y 1901, respectivamente, con muchísimo esfuerzo, pues no olvidemos que el rompeolas tuvo que hacerse dos veces. El primero, levantado entre 1889 y 1894, tuvo que dejarse, debido a los embates de un mar embravecido, como escollera del segundo, ya definitivo y realizado entre 1895 y 1903.
Y, finalmente, era imprescindible construir en la zona más propicia, para bien y para mal, la más profunda costa de Santurtzi, nuevos muelles provistos de modernas instalaciones, adecuadas a las expectativas que generaba el desarrollo de la industria siderúrgica y el transporte de mercancías y pasajeros.
Para este último proyecto Churruca dedicó tanto esfuerzo y dedicación como para los anteriores y, así, en 1905-1906, se aprobaron sus proyectos y se acometieron, casi de inmediato, las obras de construcción del muelle de atraque de Santurtzi, que llevaría el nombre de la entonces reina Victoria Eugenia. El relleno era imprescindible para la alineación de los muelles y la previsible instalación de vías férreas que permitiesen que el ferrocarril llegara hasta el puerto, aunque se demoró hasta mediados de la segunda década del siglo XX.
Pero ya el año anterior comenzamos a notar la transformación de una pequeña parte del frente costero de Santurtzi. Esta primera fase del relleno se ejecutó durante el mes de marzo de 1904, cuando se rellenó el antuzano de la vieja casa consistorial y de la iglesia de San Jorge. La avenida Murrieta era todavía línea de costa. De todo esto nos ha ilustrado Goio Bañales en su blog Somorrostro, en donde ha publicado magníficas interpretaciones de planos de finales del siglo XIX y comienzos del XX y que yo he aprovechado para ilustrar la entrada dedicada al Santurtzi de fines del siglo XIX.
La segunda fase de relleno, que realizó una empresa holandesa, según tengo entendido, a razón de 6.000 metros cúbicos diarios de arena y otros materiales, comenzó dos años más tarde y el conjunto de las obras se dividió en dos secciones. La primera comprendía el tramo entre la playa de Portugalete y la punta de la Llana en Santurtzi, con una longitud de 1.215 metros y dentro de la cual se incluía el nuevo puerto pesquero, concluido en 1912.
Las primeras procesiones marítimas de la Virgen del Carmen comenzaban dentro del área acotada por el dique de contención del relleno que tenía un par de tramos sin finalizar para permitir la salida al Abra a las lanchas traineras santurtziarras.
La segunda sección del relleno se iniciaba en la citada punta de La Llana y finalizaba en el rompeolas, con una longitud de 1.285 metros. En la última parte de esta segunda sección se proyectó y ejecutó un muelle de atraque de 640 metros de longitud, con una zona de servicio de 180 m en la que se ubicarían los tinglados y las grúas necesarias. El primer bloque se colocó solemnemente el 6 de septiembre de 1906. Si os fijáis, en las siguientes fotos se pueden apreciar los trabajos de relleno, una grúa que se ubica donde ahora comienza la recién bautizada calle Itsasalde.
A continuación, un antes y un después. La costa original desde la mar a finales del siglo XIX y el muelle Victoria Eugenia desde el Serantes ya en la segunda década del XX.
Este muelle se comunicaría directamente con Portugalete por medio de una zona de 30 m de anchura en la que se instalarían las vías férreas y la carretera.
El nuevo muelle (actual puerto pesquero) fue utilizado casi sin concluir la superestructura y el relleno. Me imagino que esos años de transición tuvieron que ser difíciles para nuestros arrantzales, desembarcando las sardinas en medio de las obras y transportándolas, como mejor pudiesen, hasta la vieja casa para venta de pescado ubicada detrás de la actual casa consistorial, donde el antiguo cuarto de socorro.
Con el relleno del tramo de costa entre la punta de La Llana y el Higarillo desapareció físicamente y sin dejar apenas memoria de su existencia otro peñasco, casi “gemelo” a La Peñota por sus similares características, ancho, grande y próximo a la punta de La Llana pero independiente de esta y siempre visible en pleamar, la peña Angodo. En ella se ubicaron a finales del siglo XIX unas señales verticales para prevenir accidentes de los yates y balandros que durante aquella Belle Époque frecuentaban estas aguas. Sirva este artículo y la siguiente imagen para rescatarla del olvido.
Concluyo la entrada con unas vistas aéreas de comienzos de los 70 y de 1978 que nos dan idea de la transformación de nuestra costa. Para muchos jovenes santurtiarras es ya casi prehistoria, no en vano han pasado casi 40 años.
[…] y lemanaje son labores profesionales que destacan en esa época en la que el conocimiento de los arrecifes y la peligrosa barra arena de Portugalete era imprescindible para llegar a buen puerto. El atoaje […]
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