Ochenta años después de los tristes acontecimientos vividos por nuestros aitites y amamas, quiero dedicar una entrada a los niños de la guerra santurtziarras, nacidos en Santurtzi, vecinos en 1937 o posteriormente, tras su repatriación, pero antes considero necesario hacer referencia al contexto en que se produjo su evacuación.

El bombardeo de Bilbao el 4 de enero de 1937 causó una honda impresión en la población y llevó al Gobierno Vasco a tomar en consideración una propuesta previa de la embajada republicana en París para acoger temporalmente en Francia a los niños que vivían próximos a las zonas en conflicto. El Departamento de Asistencia Social ofreció por primera vez a las familias vascas la posibilidad de inscribir a sus hijos de 5 a 12 años para proceder a su evacuación. El miedo y desasosiego causados por el ataque aéreo fue de tal magnitud que, entre el 9 y el 16 de enero, hubo más de 1.600 solicitudes de padres demandando la salida temporal de sus hijos al extranjero.

El Gobierno Vasco consiguió a primeros de marzo la colaboración de la armada británica y el apoyo de grupos sindicales y humanitarios franceses encargados de acoger a los niños. El Departamento de Asistencia Social quiso organizar una evacuación modesta en número, pero ejemplar en su realización. Salió el 21 de marzo de 1937 desde el puerto de Bermeo a bordo de dos destructores británicos, el Campbell y el Blanche, con destino a San Juan de Luz. Desde allí los 450 niños evacuados fueron conducidos por vía terrestre hasta la isla de Oléron, al norte de Burdeos, donde fueron acogidos temporalmente en la colonia de vacaciones denominada La Maison Heureuse. En este primer viaje se encontraba entre cientos de niños el escritor vizcaíno Luis de Castresana, autor de El otro árbol de Guernica publicado en 1968.

Durante el mes de abril se realizaron al menos otras tres evacuaciones marítimas no planificadas de población civil a bordo de barcos vascos (pesqueros y pequeños vaporcitos), ingleses y franceses, que salieron directamente de Bermeo, Ondarroa o Getaria.

Tras los indiscriminados bombardeos aéreos sobre Durango y Gernika en la primavera de 1937, el Gobierno Vasco aceleró las gestiones para poner a salvo de los desastres de la guerra a la población más indefensa. Solicitó la colaboración de otros estados, los firmantes del Pacto de No Intervención que habían decidido no inmiscuirse en el conflicto. Curiosamente, Alemania e Italia, también signatarios del pacto, apenas disimulaban su colaboración con el bando sublevado, al que proporcionaban todo tipo de apoyo militar y logístico. El brutal bombardeo de Gernika tuvo tanta repercusión internacional que creció extraordinariamente entre los ciudadanos del Reino Unido y de Francia, entre otros países, el anhelo de que sus gobiernos, que hasta entonces habían mirado hacia otro lado, prestaran algún tipo de ayuda humanitaria. Con esta coyuntura favorable, el Gobierno Vasco pudo entonces negociar una evacuación masiva de no combatientes, especialmente de niños y niñas, a diversos países europeos.

En Reino Unido, y a pesar de su firme oposición inicial a aceptar refugiados, el gobierno británico aprobó finalmente acoger niños vascos evacuados con la condición de que no se utilizara ningún tipo de fondos públicos o recursos estatales. Por eso la operación correría totalmente a cargo de voluntarios y de organizaciones no gubernamentales. A primeros de mayo, los gobiernos británico y francés consintieron en colaborar en la evacuación de refugiados civiles por motivos humanitarios, pero condicionaron este apoyo a la presencia en cada una de ellas de un porcentaje, en tomo al 20 % del pasaje, de prisioneros políticos conservadores (calificados de rehenes según sus propias palabras) que se encontraban recluidos en diferentes cárceles de Bilbao. Francia se comprometió a acoger de forma transitoria a los refugiados en su territorio y la armada británica a escoltar las expediciones, que deberían realizarse bajo la supervisión del cónsul británico en Bilbao.

A partir de ese momento, las evacuaciones de niños a países de acogida se sucedieron intensamente. Los países que acogieron a más niños fueron Francia (17.489), Bélgica (5.130), la Unión Soviética (3.291), los denominados niños de Rusia, el Reino Unido (3.826) y México (442), los denominados niños de Morelia, que partieron en  el vapor francés Mexique el 26 de mayo desde Burdeos rumbo a Veracruz a donde llegaron tras una travesía de 15 días con escala en La Habana. También acogieron a algunos niños Suiza, Dinamarca y Holanda.

Otros países, como Suecia o Noruega, financiaron colonias para los niños en territorio francés. Los niños que fueron evacuados tenían entre dos y catorce años, aunque algunos mayores falsificaron su edad para poder acompañar a sus hermanos. El país de destino establecía las edades de los niños que quería acoger. En total, unos treinta mil fueron evacuados, de los cuales dos terceras partes regresaron, durante o una vez finalizada la guerra civil.

Los barcos más significativos en la evacuación por tamaño y número de viajes realizados fueron el Habana y el Goizeko Izarra. Al primero ya le he dedicado la entrada precedente. Del segundo es necesario hacer una breve reseña.

El Goizeko Izarra era el magnífico yate de recreo del industrial vizcaíno Ramón de la Sota Llano, fallecido en agosto de 1936, que su hijo puso a disposición de la Cruz Roja Internacional para la evacuación. Fue, después del trasatlántico Habana, la embarcación que más refugiados trasladó en los cinco viajes que realizó los días 6, 16 y 21 de mayo y el 11 y 13 de junio, estos últimos con nuevo nombre, Warrior, y bajo pabellón británico pues había sido comprado por el inglés Mr. Owen.

Tampoco me gustaría olvidar mencionar a los destructores republicanos Ciscar y José Luis Díez que entraron en servicio en los primeros meses de la guerra, siendo destinados al teatro de operaciones del Cantábrico. Este último estuvo atracado desde entonces en Santurtzi la mayor parte del tiempo. Los santurtziarras que, a pesar de las circunstancias no habían perdido el sentido del humor, le denominaron Pepe, el del puerto por lo poco que salía a navegar.

Para no hacer excesivamente larga la entrada, la relación de embarcaciones, fechas de partida y número de evacuados, así como otros detalles, irán en otra entrada que publicaré a continuación.