El 31 de octubre de 2016 el restaurante Currito, todo un referente en la historia gastronómica de nuestro municipio, apagaba sus fogones y pailas para siempre. Este establecimiento hostelero, que llevaba 31 años en su última ubicación, el chalet Villa Esperanza en la avenida Murrieta, ha sido el último de una larga trayectoria empresarial y gastronómica que se remonta a los años 50 del pasado siglo XX. En su lugar se va a edificar una urbanización de lujo con vistas al Abra, similar a la que ahora ocupa el solar en el que se ubicaba el chalet de Amesti.
El primer contacto con el mundo de la hostelería de esta saga familiar santurtziarra de cocineros arraigados a su tierra y tradiciones lo inició José María González Barea (Santurtzi, 1931 – Bilbao, 2004). Hijo de Emilio González Pérez, nacido en La Arboleda y prematuramente fallecido en 1937, y de Elvira Barea Pascual, que durante años tuvo una tienda en La Risquera, en el barrio de Mamariga, donde nació Currito y el resto de hermanos.
Apodado y conocido como Currito por haberse cortado accidentalmente el dedo pulgar en una panadería cuando tenía cuatro años, José María González Barea, fue un auténtico emprendedor, comenzó muy joven y desde abajo, colaborando en la tienda de su madre y luego asando sardinas en el puerto. Al poco tiempo abrió una txosna en una calle todavía a medio urbanizar (la hasta hace poco calle Capitán Mendizabal que por aquel entonces comenzaba a llamarse popularmente calle del dolar). Este local, llamado precisamente La Chozna, era un establecimiento estacional, para la temporada estival, en el que se servían guisos, sardinas y bacalao. A sus pies la efímera playa del Higarillo o Miami. Sobre las txosnas y merenderos santurtziarras de los años 50, 60 y 70 habría que hacer un estudio…
A La Chozna le siguieron el Ichasalde, la bodega Currito (más tarde la bodega Miguelchu), Pacurro y, finalmente, el restaurante Currito desde 1968 hasta su cierre en 1979, todos ellos en el mismo entorno, la actual calle Itsasalde.
Sin embargo, Currito renace en Santurtzi en julio de 1985, ahora en el chalet Villa Esperanza, con su hijo, Emilio González Soto, su esposa Aranzazu Goyarzu, y su hermana María José con su esposo Roberto Vázquez. Y muchos más: Isaac González Murua, Beatriz Pérez, etc.
Del edificio no hay mucho que contar. Se trata de una vivienda unifamiliar que viene siendo adscrita a un imaginario estilo nórdico en la escasa bibliografía que podemos consultar al respecto. Fue diseñado en 1947 por el arquitecto Juan de Amesti, como el chalet adyacente hasta hace un año, para Manuel Peciña. Sin embargo fue enseguida adquirido por Benedicto Martínez Angulo que lo denominó Villa Esperanza en honor a su esposa, Esperanza Rodríguez Cugnón, como el grupo de viviendas Esperanza en Kabiezes. Muy modificado con el tiempo, no destaca por su valor arquitectónico ni patrimonial. Antes de instalarse el restaurante albergó la guardería Pinocho durante unos años.
José María Gonzalez Barea dio el salto a Madrid y abrió otro restaurante Currito en 1975 en el pabellón de Bizkaia de la Feria del Campo que se organizaba en la Casa de Campo, antiguo coto de caza y después espacio natural formado por docenas de hectáreas de pinares y praderas que flanquean la zona más septentrional de la capital.
Madrid no le resultaba extraño puesto que ya había acudido en ocho ocasiones a las ferias que se celebraban durante el mes de mayo junto con varias y reconocidas sardineras de Santurzi pero también bermeanas. Lo que comenzó siendo estacional con el tiempo se hizo permanente a lo largo de todo el año y, en 1975, estable y definitivo.
En poco tiempo se convirtió en uno de los referentes gastronómicos de la villa y corte al que acudían reyes, presidentes, ministros, artistas, etc. El programa Estudio Abierto de RTVE (1970-1975) incluyó una entrevista al entonces popular Currito, realizada por su presentador José María Iñigo. Era un personaje famoso.
Con el tiempo la gestión del restaurante madrileño la asumió su hija Marta González Soto y su yerno José Miguel Muñoz. En octubre de 2014, casi 40 años después, el Currito madrileño tuvo que cerrar sus puertas por un alquiler excesivamente alto y varias circunstancias que aislaron la Casa de Campo (obras de la carretera de circunvalación M-30 y reducción de la actividad ferial en la zona en favor de IFEMA) y que dieron al traste con el Paseo de la Gastronomía, desolado tras el cierre de otros cuatro emblemáticos restaurantes.
En 1989 abrió en su querida calle del dolar un establecimiento dedicado a la venta de productos exquisitos (vinos, licores, quesos, etc.) que se llamó La Bodega de Currito. Al frente estaba su hija María José González Soto. Este comercio tampoco existe ya.
A pesar del cierre de uno de los restaurantes más representativos de nuestro municipio, Currito y su legado estarán siempre presentes en Santurtzi. No en vano se le recuerda con un busto en bronce en el paseo lineal que bordea y señala la antigua línea de acantilados, mirando al restaurante, y en los murales cerámicos que ornan el zócalo del kiosco de música.
No es para menos. Además de su buen hacer entre fogones y pailas, Currito fue el promotor del Día de la Sardina, que desde 1973 señala el comienzo de nuestras fiestas patronales, y de la Asociación de Amigos de la Boina fundada en Madrid en 1990 y en Bizkaia en 1995. Sus miembros se reunían el primer lunes de cada mes en el restaurante. En 2011 surgió la Asociación de Amigas de la Boina que se reunía ahí el primer martes de cada mes. Ambas asociaciones tendrán que cambiar de lugar de reunión así como la ceremonia de entrega de los premios Sardina de Plata y Sardinera de Oro que anualmente otorga la asociación Comercios Unidos de Santurtzi.
La icónica imagen de la sardinera siempre ha estado presente en Currito, desde siempre y allá donde estuviera. Sin ir más lejos en el propio logotipo del restaurante y en una bonita escultura realizada por Mauricio Aldamiz-Etxebarria que adornaba su entrada en Madrid y en Santurtzi.
No puedo dejar de citar algunos de los muchos premios y reconocimientos recibidos por el alma mater de esta saga de cocineros y hosteleros. Considerado un icono de la gastronomía vasca, Currito recibió, entre otros galardones, la distinción Ilustre de Bizkaia que entrega anualmente la Diputación Foral, en 2002 y la Sardina de Oro de Candás (Carreño, Asturias) en 1977, supongo que con motivo del hermanamiento entre las dos localidades. En 1996 recibió la Sardina de Plata que, como he comentado antes, entrega anualmente la asociación de comerciantes de nuestro municipio. Y por parte del Ayuntamiento de Santurtzi su Insignia de Oro.
Con la marca de la casa se han publicado dos libros: El Bacalao: biología y gastronomía (1996) y Currito, desde Santurce a… Madrid. Una cocina al lado del mar (2003). En el primero, Emilio González Soto comenta una posible e interesante etimología del término bacalao, alternativa al origen neerlandés más conocido. En el segundo, del que padre e hijo son coautores, se nos narra una interesante y detallada biografía de Currito con numerosas fotografías que nos sirven para evocar el Santurtzi del tercer cuarto del siglo XX.
De este segundo libro se hizo ese mismo año 2008 otra edición en tres volúmenes que se distribuyó con el periódico Deia.
Tengo que agradecer la ayuda de una colaboradora de excepción, Marina Sesumaga González, para la realización de esta entrada.
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