Además de la extensa entrada dedicada a los naufragios en el Abra, me parece interesante publicar otras que traten de embarcaciones perdidas en otros mares relacionadas de algún modo con Santurtzi. En enero comencé con el Retuerto, naufragado en San Esteban (Muros de Nalón, Asturias) en 1927. Y hoy toca hablar del naufragio del vapor Tom, hundido por una mina o un torpedo alemán el 14 de abril de 1917, durante la Gran Guerra, de la que este año, en noviembre, se conmemorará el centenario de su armisticio.
La historia de esta embarcación comienza el último día del año 1895 cuando se lanza al agua en el astillero William Gray & Co. Ltd. de West Hartlepool (Sunderland) el vapor de nombre Baluchistan. En febrero de 1896 es entregado a sus primeros dueños, la Anglo-Algerian SS Co. Ltd., que matricula el barco en el puerto inglés de Swansea. Poco tiempo perteneció a esta compañía, ya que en 1900 lo compra Naviera Bachi que lo renombra Tom y lo matricula en Bilbao.
La compañía armadora del vapor Tom se inscribió en el registro mercantil de Bilbao en diciembre de 1899. Dos años después de fusionó con otras dos (Compañía del vapor Bachi y Compañía del vapor Manu) para constituir la Compañía Naviera Bachi.
Las características técnicas del vapor Tom eran las siguientes: eslora, 88,06 m; manga, 12,86 m; puntal, 5,14 m; tonelaje de arqueo (total) 2413 t; carga máxima 3750 t; fuerza máquina 224 caballos nominales. En 1914 pertenecía aún a la Compañía Naviera Bachi y probablemente también en 1917.
Durante la guerra, España permaneció oficialmente neutral, pero fue económicamente beligerante, principalmente a favor de los aliados, aunque con pequeños guiños interesados al otro bando. Se convirtió en uno los principales proveedores de materias primas de los combatientes, sobre todo de hierro vasco y carbón asturiano que se exportaban desde los puertos cantábricos.
Reino Unido y sus aliados trataron de imponer un bloqueo marítimo a los Imperios Centrales.
Estos, a su vez, trataron de romper las rutas de aprovisionamiento de sus enemigos entre América y Europa. Para ello contaban con una importante flota de submarinos.
Los buques hundidos a consecuencia de la colisión con minas o torpedeados fueron incontables. En lo que concierne a la flota mercante española, entre 1915 y 1918, se hundieron 75 barcos a consecuencia del bloqueo. En este contexto bélico hay que ubicar el naufragio del vapor bilbaíno Tom.
El vapor Tom partió el jueves 12 de abril de 1917 del puerto de Bilbao con destino a Cardiff junto con el Mar Báltico, cuatro vapores ingleses y uno noruego. Hicieron escala en San Juan de Luz, donde se les unieron otros nueve buques mercantes de entre 3.000 a 4.000 toneladas de diversas nacionalidades y ocho pesqueros españoles adquiridos para ser armados por el gobierno francés. De ahí partieron en convoy el viernes 13 rumbo al puerto de La Pallice (La Rochelle).
Al día siguiente, a las 8 de la mañana, el barco inglés que iba en cabeza dio la señal de alarma al divisar un periscopio. A las nueve menos cuarto, a 40 millas al sur de Burdeos, se produjo una explosión en la amura de estribor del vapor Tom y en apenas un minuto se fue a pique. Los tripulantes que pudieron se arrojaron al agua y fueron rescatados al cabo de media hora por las embarcaciones más próximas. La noticia tuvo gran repercusión en la prensa de la época.
Los siete supervivientes no pudieron asegurar si el vapor Tom se hundió como consecuencia de colisionar con una mina o por el impacto de un torpedo. Sin embargo, los especialistas en armamento dedujeron de su testimonio que fue provocado por un sistema de minas sujetas a un cable denominado Arlequín. Evidentemente, el gobierno alemán negó que un torpedo lanzado por submarino alemán fuera el responsable del suceso.
Entre los tripulantes desaparecidos figuraba el primer oficial, Juan José Urrestizala Macayo, soltero y nacido en Santurtzi en 1883. Es probable que cursara sus estudios de náutica en la antigua Escuela de Náutica de Santurce. Por cercanía, me parece oportuno citar también a dos fogoneros naturales de Zierbena: Vicente Martínez, de 26 años y casado, y Julio Arteche Llaguno, de 37 años y soltero.
No puedo concluir la entrada sin agradecer la colaboración de Francisco Javier Pérez Cano y de Luis Javier Escudero Domínguez.
Deja tu comentario