La séptima entrada dedicada a la mujer trabajadora en Santurtzi tiene como protagonista a las bordadoras, costureras, modistas, etc. Por razones de espacio voy a publicar dos entradas consecutivas, esta primera con información de carácter general y la segunda dedicada a listar a las santurtziarras que ejercieron esos oficios hasta los años setenta del pasado siglo XX, con sus respectivas fotografías, siempre que sea posible.
Se trata de visibilizar y reconocer la importancia de estos oficios, fundamentalmente femeninos, que han sido a lo largo del tiempo infravalorados por su carácter artesanal, familiar y doméstico, pero que como otras muchas actividades ejercidas por las mujeres han sido fundamentales para mantener y sacar adelante a muchas familias en determinados periodos de penuria, posguerra, crisis, etc.
Hace casi tres siglos y medio que las costureras de París lograron su reconocimiento, su existencia jurídica. Aunque los oficios de bordadora, costurera y modista son mucho más antiguos, en 1675 el rey Luis XIV sancionó oficialmente la creación de la primera asociación gremial independiente totalmente femenina, el gremio de costureras de París. Estos oficios, como el resto de actividades artesanales tradicionales que sobreviven a la revolución industrial, sufren un fuerte proceso de transformación, de adaptación a las nuevas condiciones de producción, pero mantienen su carácter femenino y su ejercicio en el ámbito doméstico.
Aunque cada vez en menor medida, la costura sigue siendo un trabajo, con sus saberes y prácticas, que se transmite entre mujeres con algún tipo de vínculo familiar. Inicialmente se aprendía en casa y se perfeccionaba fuera, como aprendiz en algún taller o costura a cargo de una costurera con experiencia o una modista. Avanzado el tiempo aparecen las academias de costura. Y es que, hasta tiempos muy recientes, coser era una habilidad que toda mujer debía dominar casi desde la infancia, de modo que las modistas y costureras locales con amplia experiencia se dedicaban no solo a confeccionar prendas de vestir sino también a instruir a las jovencitas para que adquirieran unos conocimientos básicos de costura. Sin olvidar que también se aprendía, según los casos, a bordar y a tejer.
También se aprendían conocimientos básicos de costura en las escuelas elementales. Durante el primer tercio del siglo XX se impartían clases de costura a las niñas. De esa época conservamos algunos testimonios gráficos en Santurtzi. La siguiente fotografía fue publicada en 1929.
Durante la dictadura franquista, las escuelas volvieron a separar a las niñas de los niños y se fueron formando en función de su sexo y del rol esperado en la sociedad, adoctrinados en el nacional-catolicismo imperante. En el caso de las chicas, la Sección Femenina se encargó de enseñar en todos los centros educativos dos nuevas asignaturas: Escuela del Hogar, que preparaba a las adolescentes para administrar su futuro hogar, y Formación Física, que las preparaba tanto para ser madres como para demostraciones públicas de fuerza sin perder en ningún momento el recato. Escuela del Hogar instruía en los conocimientos básicos que debía poseer toda mujer con el fin de estar capacitada para cumplir su misión como ama de casa, entre los cuales se incluía la costura.
La siguiente fotografía corresponde a una clase de costura. La profesora, de pie a la derecha, es Emilia Zuza Brun, que llegó a Santurtzi en 1934 y ejerció como maestra en la escuela de niñas de Kabiezes durante 36 años, hasta 1971.
Y una vez aprendido el oficio, este era ejercido en el hogar y para los miembros de la unidad familiar. En primer lugar, para confeccionar el ajuar. Hasta hace cincuenta años, más o menos, era costumbre elaborar, reunir un arreo o ajuar, un conjunto de bienes (mobiliario, ropa, etc.) que la familia de la novia aportaba al futuro matrimonio. Era responsabilidad de la madre de la novia ir preparando con mucho tiempo de antelación el ajuar de sus hijas antes de su boda y de acuerdo con su posición económica, aunque la confección y especialmente el bordado de determinadas prendas (manteles y servilletas, toallas, sábanas y almohadas, etc.) fuesen obra de la novia. En las representaciones de las tradicionales bodas vascas, la lectura pública del ajuar y su exhibición es uno de los elementos del ritual nupcial que no puede faltar.
El pequeño rincón en unos casos, o la habitación de costura en otros, era un espacio dominado por las mujeres, únicamente utilizado por ellas, acompañadas por el susurro de las radionovelas. En casa de amama había una máquina de coser Alfa, fabricada en Eibar, y comprada a plazos. No sabía cortar prendas complicadas, pero sí sencillas. Confeccionó vestidos para ella y sus hijas, tradicionales kaikus de paño a cuadros verdes y negros, recia ropa de trabajo para bajar a trabajar al muelle y los delantales de color azul Bilbao que siempre vistió con orgullo y, por qué no decirlo, con elegancia. También sabía tejer y sus toquillas dobles en color gris y morado no tenían rival.
Era una costumbre habitual, cuando una prenda se jubilaba, descoser y guardar los botones en una caja y hacer trapos con la tela. Era la regla del por si acaso. Todavía conservamos una, ahora inútil, caja metálica con docenas de botones mezclados y desparejados, corchetes, bobinas de hilo, el huevo de cristal para zurcir calcetines, etc. Esa caja es el testigo del salto generacional que existe entre la generación de mi amama y la mía, la evidencia de cuánto y cómo se ha transformado nuestra sociedad y, quizás, de lo que hemos olvidado o perdido.
Algunas mujeres perfeccionaban sus conocimientos en academias de corte y confección. Muchas mujeres invertían varios años hasta lograr el titulo o carné profesional de modista, de tal manera que podían trabajar para “fuera”. No he conseguido ninguna imagen de los títulos que expedían, pero sí de un carné profesional.
También he conseguido el cuaderno de apuntes de una alumna, que actualmente tiene 92 años, de la academia de corte y confección de Jovita Martínez. 181 páginas con diferentes patrones y sus medidas, una verdadera joya.
Algunas costureras aventajadas trabajaban en sus hogares para sastrerías de renombre. El sastre facilitaba las piezas ya cortadas y la costurera las cosía y entregaba al concluir el trabajo perfectamente planchadas. Era habitual que se pagase por prenda confeccionada, precio que no reflejaba las horas invertidas y los materiales gastados.
El oficio comienza a convertirse entonces en una forma de aportar ingresos a la unidad familiar, en donde la esposa y madre realiza una doble jornada, aunque sea asistida por su propias hijas. Las horas del día que las modistas y costureras dedicaban al trabajo son incontables. La costura requiere una gran inversión de tiempo. La idea de que la participación de la mujer en el mercado laboral es algo nuevo es una mentira que lleva a subestimar la contribución de las mujeres al presupuesto familiar. Y en Santurtzi lo sabemos por experiencia: sardineras, rederas, conserveras, estibadoras, aldeanas, lecheras, costureras y muchas más.
El trabajo femenino fue, sin duda, una parte fundamental de la economía sumergida. Durante el franquismo se impuso una legislación paternalista y discriminatoria. El Fuero del Trabajo (1938) y la Ley de contrato de trabajo (1944) son dos textos fundamentales para conocer cuáles fueron los principios rectores que aplicó el franquismo. Tanto la legislación laboral como el ambiente social (nacional catolicismo) favorecían el desarrollo de una economía sumergida que perjudicaba especialmente a las mujeres. Aquellas que trabajaban legalmente estaban obligadas por ley, al menos hasta 1962, a abandonar su puesto de trabajo al contraer matrimonio. Así lo vivieron muchas mujeres, a pesar de su notable destreza con la aguja. Las que trabajaban al margen de la ley, sin contrato laboral, padecían situaciones de precariedad, falta de derechos, ausencia de cotización a la seguridad social, etc., que tendrá sus consecuencias al alcanzar la edad de jubilación.
En los países más desarrollados, a partir de la década de los años 50, y más intensamente durante los 60 y 70, marcas y diseñadores de renombre utilizaron a las costureras para la confección de sus creaciones artesanales más sofisticadas. El oficio pasó entonces del hogar de la modista o costurera a los talleres industriales de corte y confección. Pero la mayoría de mujeres de este gremio seguía trabajando en sus respectivos hogares.
La modista tradicional no perdió su identidad artesanal. A finales de los años sesenta se consolidó en el ámbito local su figura como creadora de prendas únicas. Es la época en que comienza a publicarse la edición española de la revista Burda que incluía hojas desplegables con patrones. Más tarde aparecerán otras publicaciones similares que tenían un público muy fiel.
Sin duda, la tradición formativa de academias de corte y confección, de talleres, de costuras, etc., han permitido que el oficio perviva, a pesar de las transformaciones económicas y productivas que ha tenido. En la actualidad, el oficio de estas auténticas artesanas de la moda sigue vigente, e incluso se ha revalorizado. La modista de siempre no ha muerto, se ha reconvertido. Sigue ahí, donde ha estado siempre, cosiendo en la sombra. Pero ahora se aprecia como una forma de emprendimiento para trabajar de forma independiente, en casa o en un estudio-taller.
Y es que, a pesar de la feroz competencia que ofrece la industria textil, modistas y costureras tienen mucho que ofrecer. La confección artesanal, personalizada, vuelve a ser valorada. Tanto en épocas de crisis como de bonanza económica, las modistas suelen aumentar el volumen de trabajo. En el primer caso, porque las mujeres se deciden a rescatar viejas prendas de cajones y armarios y actualizarlas o adaptarlas. En el segundo, porque prefieren invertir en prendas de calidad, exclusivas y a medida, sin olvidar la confección de trajes típicos (euskal jantziak), disfraces de calidad, etc.
Para finalizar la entrada, los enlaces a las entradas precedentes dedicadas a la mujer trabajadora en Santurtzi para conmemorar el Día Internacional de la Mujer:
- 2015: El equipo femenino de futbol.
- 2016: Aurora, Dolores y Emilia, Las trabajadoras del matadero y su correspondiente artículo en ensanturtzi.com.
- 2017: Las trabajadoras de las fábricas de salazones y conservas y su correspondiente artículo en ensanturtzi.com.
- 2018: Las rederas y su correspondiente artículo en ensanturtzi.com.
- 2019: Las lecheras y su correspondiente artículo en ensanturtzi.com.
Otros artículos del blog también reivindican el papel de la mujer en todos los campos:
[…] DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER EN SANTURTZI (7): MODISTAS Y COSTURERAS […]
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