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Creo que no hay mejor forma de acabar el año que dedicando una entrada a uno de los elementos más genuinos de Mamariga, la iglesia consagrada a la Virgen del Mar, patrona del barrio marinero por excelencia de nuestro municipio. Este templo fue una ermita antes de constituirse como parroquia el 28 de diciembre de 1955, hace justo 60 años. No es un aniversario tan redondo como el cincuentenario que sí se celebró como se merecía.

Parroquia Virgen del Mar 50 años

Es la ermita santurtziarra de la que más datos hay (en la web del AHEB se puede consultar qué documentos se conservan) y la que ha logrado adentrarse más, con mayor desarrollo y perseverancia, en el alma de Santurtzi, en palabras del sacerdote Luis Eliseo Pinedo, autor de un trabajo inédito sobre la historia de Santurtzi, que se puede consultar en la Red de Bibliotecas de Santurtzi.

La primera ermita, dedicada a santa Olalla (Eulalia de Barcelona), aparece ya citada en los libros de la parroquia de San Jorge hacia 1620, e incluso antes, en el testamento del vecino de Santurtzi Pedro de la Torre del año 1574, así que puede remontarse a la primera mitad del siglo XVI.

Fue construida sobre el mismo solar, que por aquel entonces era un lugar prominente, una óptima atalaya sobre el mar y, a la vez, una referencia para los navegantes al poder divisarse desde mucha distancia mar adentro, entre 5 y 7 millas dependiendo de las condiciones meteorológicas, gracias a su posición y sus paredes encaladas que resaltaban sobre el fondo oscuro de los montes.

La siguiente postal de 1901 nos puede dar una idea. Mamariga está justo en el centro de la fotografía.

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A mediados de siglo XVII comienza el único libro de fábrica que se conserva de la ermita, un libro de contabilidad, en el que, cada año, se anotaban los cargos y descargos (ingresos y gastos). Es un documento excepcional que abarca el periodo comprendido entre 1670 y 1793. En él se detalla los recursos económicos, las rentas que por diversos conceptos llenaban las arcas de la fábrica de la ermita (diezmos, limosnas y dádivas piadosas, testamentarías, etc.) que se destinan a proveer todo aquello que es necesario para el culto (celebraciones, ornamentos, personal) y para el mantenimiento de edificios (infraestructura, reformas importantes y obras nuevas).

Este documento merecería un nuevo estudio pormenorizado y una edición crítica, así como una digitalización para que su consulta sea más accesible pues, en la actualidad, hay que desplazarse hasta el AHEB y además, aunque ahora su conservación está garantizada, su estado no permite una manipulación excesiva, más bien al contrario, cuanto menos, mejor.

Este nuevo estudio es necesario pues existen discrepancias entre la información que ofrece la web del AHEB y la que yo he tenido la suerte de poder consultar: el excepcional trabajo de transcripción y notas del Libro de cuentas de propios y rentas (1670 – 1793) de la ermita de Nuestra Señora de la Bien Aparecida en el mar que, entre 1973 y 1977, realizó el sacerdote José Ramón Tojal mientras estuvo destinado en Mamariga, en donde se conservaba el manuscrito hasta su transferencia al citado AHEB. Lamentablemente no lo pudo terminar (sólo llegó hasta el año 1778), no le dio tiempo porque fue trasladado a finales de 1977 a la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora en Burceña (Barakaldo). La copia del ejemplar original me la ha facilitado Luis María Arriola Ontoria “Piloto” a quien se lo agradezco públicamente.

El libro original, encuadernado en pergamino, estaba en aquel momento en un estado de conservación lamentable: parte del soporte (papel) perdido, sobre todo al final del libro, numerosas manchas por humedad y con tintas traspasadas. Además, el empleo de una caligrafía compleja para el que no tiene conocimientos de paleografía hacen del trabajo de transcripción realizado por  José Ramón Tojal algo verdaderamente encomiable.

José Ramón Tojal

Lo primero que me gustaría resaltar es que el libro comienza con un texto que recuerda que la imagen fue hallada en el mar por el licenciado, cura y beneficiado Juan del Valle [todavía vivía en 1672] el 8 de septiembre de 1650 y que se colocó con la veneración debida, con su procesión compuesta de todo el cabildo eclesiástico de San Jorge. La leyenda del descubrimiento de la imagen de la virgen se narra con algo más de detalle en el libro Monografías de una sardinera santurzana de Jenaro Urtiaga.

Portada Libro de la ermita

Después de esta presentación se van sucediendo las cuentas anuales de ingresos y gastos que anualmente presentaban los mayordomos de la ermita. El funcionamiento de las instituciones locales de la época tiene un carácter fundamentalmente participativo y comunitario que se refleja en la gestión económica de la ermita que era llevada por un mayordomo elegido o nombrado entre los vecinos. Era el encargado de llevar las cuentas, registrarlas en el libro de fábrica y de rendirlas anualmente ante el cabildo eclesiástico o su representante y los vecinos del barrio.

Dichos mayordomos, desempeñaban su cargo generalmente durante un año, variando a lo largo del tiempo el periodo abarcado. En la mayoría de ocasiones, sobre todo avanzado el siglo XVIII, se indicaba que dicho periodo era el  comprendido entre dos festividades, es decir, entre el 8 de septiembre de un año determinado hasta el siguiente 8 de septiembre.

Las cuentas eran comprobadas regularmente (cada cierto número de años) por el visitador eclesiástico, un religioso encargado por el obispo de la diócesis, que daba por bueno el estado de la ermita, tanto en ornato como en su funcionamiento, y las cuentas que reflejaba el mayordomo, objetando si encontraba errores en los cálculos o de pluma (falta o equivocación involuntaria cometida por descuido) y encomendando su enmienda.

En cuanto a la elección del mayordomo, este era designado por el párroco entre los vecinos. Al parecer, todos los vecinos debían ser mayordomo en alguna ocasión y se realizaba una cierta elección o rotación entre los mismos. Curiosamente algunos no sabían escribir y otros demuestran tener ciertos conocimientos y cultura. Siempre son hombres los designados pero si alguno fallecía en el ejercicio de su cargo, su viuda podía representarlo y rendir las cuentas en su nombre. O si se encontraba navegando lo podía hacer la esposa.

He elaborado la lista de los mayordomos que se suceden entre 1670 y 1778 que publicaré en su momento, junto con la de los curas beneficiados de San Jorge, algunos de los cuales tienen una interesante participación en la gestión y devenir de la ermita. Es más, desde mediados del siglo XIX, aunque el cargo pueda subsistir de nombre, en la práctica su primitiva función de administración y contabilidad es probablemente asumida por el párroco o un capellán encargado de la misma. Aunque esta es una cuestión en la que hay que investigar más.

En el capítulo de los ingresos, el referido a los censos otorgados por la ermita es sumamente interesante. No son muchos, apenas media docena, y tampoco son grandes cantidades pero nos muestran un aspecto curioso, la ermita actuando como entidad bancaria, salvando las distancias.

El censo es un contrato que se constituye cuando la ermita presta una cantidad de dinero, denominado principal, a un determinado tipo de interés (entre 1709 y 1749 al 3%) a una persona, el censualista, que se compromete a pagar a la ermita una cierta cantidad de dinero anual, el rédito.  Este contrato se formaliza en unas escrituras de censo registradas ante un escribano o notario. Y aquí, como en otros aspectos, aparece también la picaresca. Una mujer se niega en un determinado momento a pagar el rédito anual de su censo y el mayordomo, como administrador de la ermita no puede obligarla porque la escritura se ha perdido.

Un aspecto interesante para mí es el que se refiere a las relaciones familiares que aparecen cuando al fallecer un censualista la obligación de pagar el censo es heredada por sus familiares, viudo / viuda e hijos. Como no son muchos los casos no se pueden dibujar árboles genealógicos muy frondosos.

En el capítulo de los gastos, hay que hacer una discriminación entre gastos corrientes, que se repiten anualmente y gastos extraordinarios. Tanto unos como otros son interesantes porque nos proporcionan información sobre diferentes ámbitos de la vida de la ermita.

En la primera categoría podemos citar la adquisición de vino, aceite para luminarias, velas y cirios, material de construcción para pequeñas obras de mantenimiento (se realizan retejos casi anualmente), el ornato de la ermita el día de la festividad, el estipendio del tamborilero y el “refresco” servido al cabildo eclesiástico la víspera. Otro gasto a tener en cuenta es el dinero que percibe la mujer que se encargaba de recoger limosna, casa por casa, en los Tres Concejos, la villa de Portugalete y otros lugares. Esta mujer es denominada por primera vez con un término específico, la viva, en 1771 y en años posteriores.

Las visitas eclesiásticas y el registro por parte de un escribano o notario de los censos contraídos con la ermita son también parte de los gastos corrientes aunque no se repitan con la misma frecuencia.

El capítulo de gastos extraordinarios es muy interesante porque nos remite directamente a obras de gran calado ejecutadas en la ermita. No me voy a extender demasiado pero se pueden citar dos momentos en los que, gracias al libro de fábrica, se realizan obras importantes en la ermita. Uno de esos momentos comienza justo antes del inicio del libro, es decir, antes de 1670, sin poder especificar más. Las obras se sacaron a remate (subasta pública) y la puja ganadora fue de 300 ducados (112.200 maravedíes), una suma considerable y el objeto de las mismas fue la capilla mayor de la ermita [la de la Virgen]. En 1675 se cita un altar secundario, dedicado a san Nicolás (patrón de las gentes del mar y titular de la primitiva cofradía de pescadores). Así pues, hacia finales del siglo XVII podemos decir que la ermita tiene una puerta principal y otra puerta lateral y dos altares, el consagrado a la Virgen y el de san Nicolás.

Hacia 1745 podemos situar otro momento constructivo importante. Se amplía la ermita, aprovechando materiales de otra ermita que se desmantela, la de San Pedro de Sarantes, y se hace una nueva entrada, con un arco toral de sillería obra del maestro cantero Juan de Durañona que costó 750 reales (25.500 maravedíes). Se la dota de una campana en 1752 cuya fabricación e instalación supuso un coste de 243,5 reales (8.279 maravedíes) y de un artístico retablo de madera en 1755, obra probablemente de un reputado maestro, Juan de Iturburu, al que se le pagan 400 reales (13.600 maravedíes) y que posteriormente se dora en 1768 con un coste de 2.256 reales (76.704 maravedíes). Es decir, entre 1745 y 1768 se invierte la nada desdeñable suma de 3.649,5 reales en obras y ornato de la ermita.

Tanto en uno como en otro capítulo es interesante reparar en las diversas medidas de capacidad empleadas en el siglo XVII y XVIII, tanto para áridos (fanega, celemín) como para líquidos (azumbre, cuartillos), y sus respectivas equivalencias. Lo mismo se puede decir del complejo sistema monetario en vigor compuesto por doblones, ducados, reales y maravedíes.

Como he comentado, la transcripción del libro realizada por José Ramón Tojal acaba abruptamente en 1778. Afortunadamente, a finales del siglo XVIII, otro sacerdote, Manuel de Salcedo, escribe una detallada descripción de nuestro municipio que remite al geógrafo y cartógrafo Tomás López de Vargas Machuca (Madrid, 1730-1802) para la confección de su inconcluso diccionario geográfico-histórico. El manuscrito, fechado en 1794, se conserva en la Biblioteca Nacional en Madrid pero existe una copia microfilmada en la Biblioteca Foral de Bizkaia.

El sacerdote narra que a seiscientos pasos de la iglesia de san Jorge hay una imagen de Nuestra Señora intitulada del Mar en su ermita, bastante adornada y buena, que se avista muy bien y claramente desde la mar. Dicha imagen recibe una gran devoción y ha hecho algunos prodigios con las gentes que en las borrascas y tempestades la han invocado. Se halló según tradición antigua por los años de 1600 (se ve que no consultó el libro de fábrica de la ermita) en las orillas o peñas que baña y cubre el mar cuando del todo sube la marea y la colocaron en aquella ermita que entonces era muy reducida y dedicada a santa Eulalia. Después se ha extendido y alargado y se abandonó la antigua advocación sustituyéndola por la de Nuestra Señora del Mar.

Cueva de la virgen

Por cierto, Manuel de Salcedo hace hincapié en la carta que remite al geógrafo Tomás López en el hecho de que en numerosas cartas de navegación de la época no figura el topónimo Santurce y sí, en cambio, el de Mamariga, precisamente por ese carácter de promontorio y atalaya. A esta curiosidad le he dedicado varias entradas.

También son muy interesantes los documentos relativos a diversas capellanías fundadas en la ermita de la Virgen del Mar. El respectivo fundador, generalmente una persona acaudalada, dejaba en su testamento una cantidad de dinero que se ponía en renta, para que con las ganancias se pagara la realización de un número determinado de misas. La contribución de laicos en las fundaciones y donaciones de capellanías y obras pías era muy importante porque se creaba una estructura de apoyo y solidaridad mutua, intentando asegurar no sólo el bienestar del donante en el más allá, sino además, el de su familia y allegados en el más acá. En el caso de la ermita de la Virgen del Mar se documentan dos capellanías, una fundada en el siglo XVIII y otra en 1814 por Tomás del Mello, sobre las que tengo que profundizar.

En 1863, con motivo de la creación de la diócesis de Vitoria dos años antes, el 8 de septiembre de 1861, la Diputación de Bizkaia remitió a cada municipio un cuestionario relativo a su organización parroquial. El Ayuntamiento remitió un informe elaborado por el entonces párroco, Serapio de Ugueda, en el que se incluían datos muy interesantes de las ermitas que todavía existían en nuestro municipio. Respecto a la ermita de Nuestra Señora del Mar, el informe decía que la ermita ubicada en el barrio de Mamariga, estaba en buen estado de conservación y tenía capacidad para unas 150 personas. Su renta era de 2.000 reales anuales, réditos de capitales impuestos en bancos. Su culto consistía en una misa todos los días festivos y otra solemne con sermón el día 8 de septiembre.

A comienzos del siglo XX la tricentenaria ermita, de la cual no he encontrado ninguna imagen, necesitaba algo más que obras puntuales de reforma y mantenimiento. El sacerdote Marcos Aspizua solicita al Ayuntamiento, como patrono de la capellanía de la Virgen del Mar, que se ocupe de reparar la ermita que se encuentra en estado ruinoso. El 23 de mayo de 1902 el párroco de san Jorge solicita al Ayuntamiento licencia para construir una nueva. Presenta un proyecto que pasa a estudio. El 7 de junio el Ayuntamiento aprueba, con alguna modificación, el proyecto para construir «de nueva planta» la iglesia de la Virgen del Mar. El 5 de julio se traslada a la iglesia de san Jorge, en solemne procesión, la imagen de la Virgen para que puedan comenzar las obras de demolición de la ermita y la subsiguiente edificación del nuevo templo. De lo que sucede con el resto de elementos decorativos y litúrgicos no tengo datos. Por otra parte, estoy en vías de conseguir información sobre la procedencia y la cronología del navío que, como exvoto, cuelga de la bóveda del templo.

Barco exvoto

El edificio actual fue proyectado por el maestro de obras Francisco Berriozabal Garmendia (Portugalete, 1848 – Bilbao, 1928) en 1902 y construido en los siguientes años. Las obras se adjudicaron a Juan José Urrutia y costaron unas 43.500 pesetas de la época.

He leído alguna contradictoria noticia sobre un incendio en 1905 a causa de una chispa eléctrica que destruyó la antigua ermita pero no he podido confirmarla. Además, esa ermita ya estaría demolida y las obras de la nueva en curso. Habrá que investigar más.

En 1906 las obras no habían acabado y se solicita que una subvención del Ayuntamiento destinada para instalar un reloj en la iglesia se pueda invertir en terminar las obras. El Ayuntamiento accedió a la petición. En 1909 el Ayuntamiento propuso la construcción de un pórtico pero el capellán contestó que no disponía de los fondos necesarios.

El nuevo templo de sobrio estilo neogótico y de una sola nave fue construido en piedra de sillería. Destaca únicamente la fachada principal, dividida en tres calles. Las laterales están flanqueadas por dos pilastras coronadas por pináculos.

Iglesia Virgen del Mar (2)

En la central, más ancha, se encuentra la portada de acceso, que se proyecta en derrame (corte oblicuo de las paredes) y que está coronada por arcos apuntados sostenidos por finas columnas corintias. Se remata con un gablete decorado con una palmeta en la parte superior. Por encima se proyectan dos rosetones de tamaño decreciente y toda la fachada se corona con un apuntado campanario.

Iglesia Virgen del Mar

Iglesia_Virgen_del_Mar

A mediados de los años 50 se hizo necesaria la conversión de la ermita en parroquia de un barrio en crecimiento. Y se realizaron obras para dotarla de diferentes espacios no destinados directamente al culto. Se añadieron sucesivamente dos cuerpos a lo largo de las fachadas laterales (destinados a sacristía y otras dependencias parroquiales), perdiéndose en ese momento la pared orientada a la plaza que, hasta entonces, había hecho las veces de frontón.

STA (54)

Estas ampliaciones fueron bastante respetuosas con el estilo neogótico del cuerpo central, sobre todo el ala sur, orientada a la plaza. Sin embargo, en 1992 se proyecta el derribo completo del ala norte y la construcción en su lugar, tras realizar una pequeña excavación del terreno, de un nuevo y feo anexo de dos plantas.

Fachada sur de la Iglesia

Iglesia Virgen del Mar 1992

recreación de la iglesia virgen del mar

En cuanto a los elementos artísticos que ornan en la actualidad la iglesia, merece la pena destacar el retablo, de estilo neogótico, que cobija y protege la imagen de la Virgen del Mar, flanqueada a su derecha por la imagen del Sagrado Corazón y a su izquierda por san José. El retablo incluye en la parte inferior un relieve polícromo de emotivo simbolismo marinero en el que se puede ver reproducida la fachada de la iglesia y la fecha de realización, 1906.

Retablo Virgen del Mar

Relieve retablo Virgen del Mar-2

Destacan los capiteles de las pilastras en las que un ángel sostiene el monograma de la Virgen María de la que la Virgen del Mar es una de sus advocaciones, como comenté al tratar su presencia en el nomenclátor municipal.

Capitel con ángel en Virgen del Mar

Tengo que agradecer también a Pedro Martín y a Luis Miguel Pérez su colaboración en el apartado gráfico de la entrada, como autores de varias de las fotografías actuales del edificio.