Una vez repasada la historia del parque voy a centrarme en su elemento más singular, el kiosco de música. En primer lugar, es necesario tener en cuenta algunas consideraciones generales acerca de este tipo de edificación. Os remito a la lectura del artículo Una arquitectura para la música, el kiosco del arquitecto e historiador Iñaki Uriarte del que he extraído algunas ideas.

El kiosco o gazebo es un templete techado de planta simétrica (circular o poligonal) empleado como exótico mirador y elemento ornamental en los jardines palaciegos desde la segunda mitad del siglo XVII. En la siguiente imagen podemos ver a la vez dos ejemplos, uno de estilo clásico y otro de estilo oriental, en los Jardines del Príncipe en Aranjuez.

En el siglo XIX se suceden significativas transformaciones políticas, sociales y urbanísticas. Las nuevas políticas de ordenación urbana de las ciudades y el desarrollo de nuevos hábitos populares (la música deja de ser patrimonio de las elites) hacen que el kiosco de música se convierta en un elemento arquitectónico destacado en plazas, parques y bulevares.

Deviene una construcción elegante, diseñada para acomodar a las bandas de música tan de moda en la época. Sigue siendo una construcción muy abierta, simétrica con relación al eje central y de planta circular o poligonal, pero de mayor tamaño que su antecedente. Consta de un sólido basamento o zócalo de piedra o ladrillo sobre el que se sitúa la escena. La cubierta sostenida por columnas debe cumplir con ciertos requisitos acústicos y, a la vez, proporcionar abrigo básico ante las inclemencias meteorológicas. Para proporcionar mayor protección la cubierta sobresale a modo de alero.

Inicialmente eran modestas estructuras de madera, incluso sin techumbre. Con el tiempo se construyen en metal. El hierro fue empleado desde el último tercio del siglo XIX por su robustez, ligereza y posibilidades de moldeado. Existían catálogos con diferentes modelos de kiosco fabricados por diversas empresas de fundición. En numerosas localidades fueron proyectados ex novo por sus arquitectos municipales, pero también era muy habitual emplear como referencia piezas y elementos de esos catálogos, adaptándolos a las circunstancias concretas de cada lugar. La adecuada combinación de materiales, proporciones y ornamentos en una construcción tan simple, era fundamental para lograr una obra bella y correctamente integrada, ofreciendo la sensación de solidez en su base y ligereza en el resto.

Actualmente, debido a su escaso uso y falta de mantenimiento en algunos casos, porque se les considera simples peanas multiusos, padecen una preocupante desfiguración. Casi ningún municipio los destaca como una construcción de valor arquitectónico. Apenas están protegidos culturalmente, excepto si se insertan en un centro histórico o conjunto monumental. Y, sin embargo, aún en la soledad de su silencio emiten emoción y armonizan un lugar. En Santurtzi tenemos la suerte de haber sabido mantener nuestro kiosco de música en muy buen estado. Y además, el Ayuntamiento ha invertido en su conservación, sobre todo en la última década.

Respecto a la historia y evolución de los kioscos de música, Santurtzi constituye un buen ejemplo. Tenemos que remontarnos a los últimos años del siglo XIX para constatar la presencia de un kiosco de música de madera, desmontable y sin cubierta. Esto último era un inconveniente ya que en caso de lluvia la actuación de la banda de música y el baile se suspendían o se trasladaban al lugar techado más próximo, al pórtico de la iglesia de San Jorge. Este apaño finalizó a comienzos de 1919 cuando se prohibió utilizar el pórtico para estas lúdicas actividades, a petición del párroco Jenaro Oraá.

De este tipo de kiosco documentamos gráficamente dos modelos. Uno cuadrangular, que parece el más antiguo. Es apenas un tablao elevado con una estrecha escalera de cuatro peldaños y sencilla barandilla perimetral de largos travesaños horizontales. Se ubicaba en la entonces plaza del pueblo, la plaza del solar denominada con el tiempo plaza Juan José Mendizábal.

El segundo, documentado en la primera década del siglo XX es más elaborado. Sigue siendo de madera, pero es más amplio y más elegante. Tiene forma octogonal y tupida balaustrada de travesaños verticales torneados. En las fotos no se aprecia bien, pero podría tener unos altos y delgados soportes para sostener un toldo.

Finalmente, en 1917, aprovechando la transformación de parte de la explanada generada por el relleno en parque y jardines se edifica en el centro el actual kiosco de música. Ya en 1913 se había previsto la necesidad de edificar un kiosco estable. El primer proyecto fue el del arquitecto municipal Mario Camiña Beraza. Era el proyecto que se adjuntaba a la petición de cesión en arriendo de los terrenos para destinarlos a parque y jardines.

El kiosco diseñado por Mario Camiña constaba de dos cuerpos: el inferior de piedra y el superior formado por una estructura metálica. El primero tenía planta octogonal que se transformaba en cruciforme gracias a los cuatro pórticos sostenidos por pequeñas columnas. En el centro se planeaba un pequeño bar. El cuerpo superior, más estilizado, repetía la planta del inferior. Sobre el octógono central se elevaban ocho finas columnas metálicas que sostenían una desarrollada y decorativa cubierta con amplio alero.

Se desconocen las razones por las que este proyecto no se llevó a cabo. Quizás fuese la cuantía de la obra, la falta de tiempo para ejecutarlo o simplemente que Mario Camiña ya no era el arquitecto municipal.

El segundo y definitivo proyecto fue realizado por Ramiro Leza Agost. El tiempo apremiaba. En noviembre de 1916 el Ayuntamiento acuerda dirigirse a Ramiro Leza, excelente dibujante nacido en Madrid y formado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En aquel entonces era delineante del Ayuntamiento de Getxo y tenía experiencia y reputación. Además, se aprovechó para abrir una suscripción popular para la financiación de las obras.

Para principios de diciembre Ramiro Leza ya tenía el proyecto, los planos y el presupuesto. A finales de ese mes el proyecto recibía el informe favorable de la Comisión municipal de Fomento, que además estimaba oportuno separar las obras: por una parte el parque, por otra el kiosco. Ramiro Leza redactaría los pliegos de condiciones para la realización de las obras y asumiría también la dirección facultativa. Como he comentado en la entrada precedente, a comienzos de enero de 1917 se sacaba a subasta las obras del parque, que se adjudicaban a finales de ese mismo mes a Pantaleón Rementería. Las obras para acondicionar la explanada como parque público se dieron por terminadas en junio de 1917.

Respecto al kiosco, el proyecto de Ramiro Leza se aprobó en febrero. Tras una primera subasta que quedó desierta, a finales del mes de mayo se adjudicaba al portugalujo Víctor Aroma por 7.900 pesetas. La obra finalizó en octubre. El 29 de diciembre de 1917 se aprueba la liquidación de las obras por la cantidad de 8.560’63 pesetas. Sin embargo, el director de las obras del parque, Ramiro Leza, encuentra deficiencias en el tejado del kiosco y propone el 20 de enero de 1918 tomar medidas para su subsanación porque en algunos aspectos no se ejecutaron conforme a las prescripciones técnicas.

Finalmente, la ceremonia de inauguración y bendición del parque y del kiosco tuvo lugar el domingo 31 de marzo de 1918 a las 12 horas. Las deficiencias se subsanaron en abril y con la instalación de las luces ese mismo mes concluyó la obra.

El kiosco que diseñó Ramiro Leza es un digno y elegante ejemplo de la arquitectura ecléctica de la época. Sobre una plataforma de planta circular se sitúa el escenario sobre el que se alzan nueve columnas de piedra unidas por arcos de medio punto que sostienen una original cubierta: una cúpula con visera en todo su perímetro recubierta con tejas planas lagrimadas.

Disponía también de un sótano dedicado a almacén al que se accede por una pequeña puerta situada a la izquierda de la escalera de acceso a la escena.

Así valoraban la originalidad del kiosco en la prensa de la época.

Según el proyecto, el kiosco tendría las siguientes características, según nos cuenta el historiador Víctor Arroyo en su segundo volumen dedicado a la Historia de Santurtzi, pág. 26 y 27:

En los años veinte se añade la balaustrada de estilo clásico que ha permanecido, aunque en deficiente estado, hasta la última reforma de 2009 durante la cual se ha sustituido por otra más ligera de acero y cristal más acorde con el proyecto original.

Entre mayo y julio de 1992 se sustituyó el jardín perimetral por un mosaico de cerámica refractaria de alta resistencia compuesto por 256 placas trapezoidales y 56 rectangulares. El mosaico, obra de Iñaki Martínez Coco (Barakaldo, 1962), reproducía vistas de la ría y de los pueblos de las márgenes. No he conseguido, de momento, imágenes de detalle.

En 1994 la Diputación de Bizkaia editó una interesante obra titulada Bizkaiko musika kioskoak = Kioscos de música de Bizkaia. Se trata de un inventario de estas edificaciones en el cual destaca por sus singulares características el kiosco de Santurtzi,  protagonista de la cubierta del libro.

Al parecer, es nuevamente restaurado en 2002 (desconozco la trascendencia) y finalmente en 2009. En esta última intervención se suprime el mosaico colocado en 1992 y las palomillas que sujetaban unos clásicos faroles.

Presenta, sin embargo, una especie de gárgolas por donde desagua el agua de lluvia acumulada en la cubierta que a mí no me gustan nada.

El kiosco, además de su valor patrimonial, tiene relevancia por otro motivo también relacionado con la memoria histórica. En el perímetro del zócalo y en el interior de la cúpula se han ido colocando anualmente unos relieves cerámicos conmemorativos realizados por Paco Presa Merodio. Les he dedicado dos entradas:

En la siguiente imagen, composición de Alfredo Bilbao, se pueden ver todos los relieves del zócalo:

Nueve personajes que destacan por su compromiso con el municipio en muy diversas facetas sociales: