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Llega el estío y con él los campamentos, colonias de verano o programas educativos no académicos, como los denominaba la Institución de Libre Enseñanza. Nacen hace 140 años en Suiza como respuesta de la corriente higienista de la época para mejorar la salud de los hijos de la clase obrera que vivían en los barrios industriales de las grandes urbes europeas. En 1876, las colonias escolares tenían unos claros objetivos sociales, sanitarios y educativos e iban dirigidas especialmente a los hijos de las familias más desfavorecidas de la sociedad de la época.

La situación de las ciudades industriales europeas a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, en lo que concierne a la salud de los niños era aterradora para nuestra mentalidad actual y muy preocupante para la propia sociedad de la época. Las corrientes higienistas que surgieron en aquellos años hicieron especial hincapié en esa coyuntura de hacinamiento, suciedad y pobreza que se hacía evidente, además de por otros efectos perniciosos, por una elevadísima tasa de mortalidad infantil.

Por ello surgieron diversas iniciativas orientadas a mejorar las condiciones de vida y de salud de la población infantil en situación de riesgo. La primera de la que se tiene constancia inició su andadura allá por el verano de 1876 cuando el clérigo Walter Bion llevó consigo a un grupo de 68 escolares de Zurich para que pasaran una temporada en la localidad de Appenzell, para alejarlos del ambiente viciado de la ciudad y para que disfrutaran de los beneficios del campo. Este ejemplo tuvo pronto amplia repercusión y seguidores en diferentes países europeos.

En España, atrasada en este como en otros aspectos y carente todavía de un sistema público de enseñanza, se trató de seguir este ejemplo, sin conseguir tan buenos resultados. La primera iniciativa correspondió a la Institución Libre de Enseñanza (ILE), que organizó en el verano de 1887 una colonia escolar en San Vicente de la Barquera, a la que acudieron 18 niños de las escuelas madrileñas.

Otra activa entidad privada, El Fomento de las Artes, en la órbita de la ILE, mantenía una escuela en Madrid que impartía una educación orientada a las artes, los oficios y la industria, lo que más tarde se denominaría Formación Profesional. En 1896 su junta rectora decidió organizar, a modo de ensayo, una colonia escolar de verano de no más de 20 días de estancia y diez o doce alumnos como máximo.

Una vez conseguida la dotación económica (1690 pesetas de las cuales se gastaron 1318,55) y estudiados los precedentes de las colonias organizadas por la ILE, se afrontó la elección de destino. Se eligió la costa cantábrica por causa de su clima suave y, dentro de ella, un municipio de la costa vizcaína próximo a Bilbao: el Santurtzi de la Belle Époque.

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Las condiciones concretas que debían reunir los “colonos” eran las siguientes:

condiciones de los colonos

Ramiro Pérez Liquiñano, el director de esta colonia, escribió un folleto de 32 páginas, publicado en Madrid en 1896 titulado Las colonias escolares. En esta publicación, una auténtica memoria de la primera colonia escolar organizada por la entidad,  se refieren las peripecias ocurridas durante el traslado de los siete escolares que participaron en esta expedición: en ferrocarril desde Madrid, de donde partieron a las nueve de la mañana del 5 de agosto, hasta Bilbao, adonde llegaron a las once menos diez de la mañana del día siguiente. Desde Bilbao hasta Santurtzi el recién inaugurado tranvía eléctrico fue el encargado de llevar a los “colonos” hasta su destino, donde les esperaba el Ayuntamiento en pleno, junto a la escuela local representada por su maestro, Fermín Repáraz, y numeroso alumnado.

Escuelas viejas

Este folleto contiene una viva descripción de las escuelas de Bilbao con su alumnado, maestros y presupuestos, un estudio de Santurtzi y su entorno, además del detalle del plan de vida de los “colonos” (alimentación, estudios, baños, higiene, visitas realizadas, etc.). La información se completa con la memoria redactada por los alumnos utilizando los diarios que escribieron durante su estancia en Santurtzi.

Con bastante eficacia, a pesar de las prisas, se organizó el viaje y la estancia de siete niños y dos adultos. Se optó por alquilar una casa (no identificada por ahora) que disponía de todos los utensilios y servicios necesarios. Participaron como responsables el citado Ramiro Pérez y Máximo García, jefe de estudios y secretario, respectivamente, de El Fomento de las Artes.

Santurtzi 1891 o 1892

La vida de la colonia transcurrió sin sobresaltos. Los niños se levantaban entre las 7 y 7:30 h de la mañana y se aseaban. Cuando había marea baja se bañaban a las 8 h y después desayunaban. Después se dedicaban durante una hora a redactar sus respectivos diarios. Luego se iban a jugar y pescar para regresar a comer a las 13.00 h. Las mañanas con marea alta se invertían las actividades: almuerzo, redacción, baño, juego y comida. El menú resulta sorprendente para niños entre 11 y 14 años: un principio (un buen cocido, con carne abundante y jamón), postre de fruta y… ¡vino!.

Pedernales 6

Las tardes estaban dedicadas a diferentes visitas por los alrededores: el monte Serantes, playa de las Arenas y otras, puerto de Bilbao, visita a las minas, faro de Punta Galea y diversas fábricas. Las excursiones se realizaban siempre a pie, resistiendo los niños caminatas de hasta 20 km entre la ida y la vuelta. Al regresar a Santurtzi, entre las 19 y 19:30 h, el grupo se quedaba a orillas del mar, intercambiando las impresiones de lo que había dado de sí el día. La cena se servía a las 20:30 h. Consistía en dos platos, uno de carne y otro de pescado, postre y, de nuevo, vino. A las 22:00 h se apagaban las luces.

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El regreso se inició el 25 de agosto a las 14.30 h en Bilbao. El grupo llegó a Madrid el día 26 a las 18:00 h. El ensayo de colonia escolar concluía sin incidentes, había sido un completo éxito higiénico y pedagógico. Todos los niños mejoraron notablemente, aumentando el peso y la estatura. Los resultados intelectuales fueron, asimismo, bastante notables. El aprendizaje fue realizado sin ningún esfuerzo ni castigo y con mucho gusto por parte de todos ellos. El último apartado del citado folleto, dedicado a los resultados de educación, intelectuales y físicos de la visita, causó un notable impacto entre los maestros y médicos bilbaínos. De hecho, sirvió de detonante para que el verano siguiente se organizara la primera colonia escolar en Bilbao.

Respecto a los escolares, dicen las crónicas que regresaron, muy alegres, felices, contentos. Sin duda, un verano para recordar, el de 1896 en Santurtzi.

Las imágenes que ilustran la entrada corresponden a escolares en la Colonia Escolar Marítima que la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao creó en la finca de Nuestra Señora de Begoña en Pedernales (Sukarrieta) en 1925, aunque, salvando las distancias, sirven para ilustrar esas tardes a la orilla del mar en el verano de 1896.

Curiosamente, esta iniciativa, cuyo objetivo era la estancia temporal de niños en edad escolar en régimen de internado para mejorar su estado de salud, fue la obra predilecta de la entidad y de su director en estos años, Eliseo Migoya, y la primera de estas características en el conjunto de las Cajas de Ahorros de tal modo que constituyó un ejemplo a seguir para otras entidades.

Para la redacción de esta entrada he utilizado, entre otras fuentes, la memoria presentada en 2001 por Juan Félix Rodríguez Pérez para optar al grado de doctor por la Universidad Complutense de Madrid, que se puede consultar en pdf en este enlace.

Y gracias a la colaboración de Francisco Javier Pérez Cano puedo añadir el rastro que esta iniciativa dejó en la prensa de aquel entonces:

  • La Correspondencia de España, 4 de agosto de 1896:

05-08-1896 La correspondencia de España

  • El Imparcial, 17 de agosto de 1896:

17-08-1896 El Imparcial

  • La Época, 17 de agosto de 1896:

17-08-1896 La Época

  • La Correspondencia de España, 28 de agosto de 1896:

28-08-2016 La Correspondencia de España